13. LA FAMILIA COMO CUSTODIO DE BIENES

INTRODUCCIÓN

Dos asuntos interesantes con respecto al divorcio indican un aspecto del matrimonio que muy rara vez se considera.
Primero, el abrumador porcentaje de divorcios lo piden las mujeres, no los hombres. Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se daba por sentado que muchos hombres se divorciarían de sus esposas infieles, el porcentaje fue todavía alto del lado de la iniciativa femenina.
Anteriormente, el 86% de todos los divorcios los habían pedido las esposas; en 1945, se redujo al 75%. Se puede conceder que muchos de estos casos en efecto incluyeron iniciativa masculina, en las que el esposo permitía que la esposa buscara el divorcio para guardar las apariencias. Sin embargo, la iniciativa femenina es sorprendentemente alta.
Segundo, mientras mejores los ingresos, menos probable el divorcio. A menudo se ha dado por sentado que el divorcio es más común entre los ricos; en realidad, es más común entre los pobres. Un estudio hecho por William J. Goode, de 1956, indicaba esto:
Porque aunque a menudo se piensa que la tasa de divorcio es más alta entre la clase media neurótica, impulsada por el éxito, en realidad es más alta entre las clases económicas más bajas; los datos del censo nacional muestran que los hombres que ganan menos de $ 3000 al año tienen una probabilidad de dos a cuatro veces más alta de divorciarse que los hombres que ganan más de $4000 al año.
Claramente, un freno serio para el divorcio es la posesión de propiedades. Por un lado, los hombres se refrenan para romper un matrimonio demasiado fácilmente debido a las severas penas de una división de la propiedad común, así como también la posibilidad de pensión alimenticia. Por otro lado, es menos probable que las mujeres dejen un matrimonio si el incentivo de la propiedad e ingresos es suficiente fuerte.
Se debe añadir que el número elevado de padres que abandonan se halla en los niveles inferiores de ingresos. Las propiedades son, pues, una restricción importante en la conducta de hombres y mujeres. La propiedad privada es una fuerza estabilizadora para la familia y la sociedad.
Cuando el estado despoja a la familia de la propiedad y la reemplaza tomando su lugar como custodio de la propiedad, el vínculo matrimonial sufre daño. La tesis comunista de que el matrimonio y la monogamia son productos de la propiedad privada es errada, porque la familia es el principal custodio de la propiedad en toda la historia. Privarle a la familia de su propiedad es debilitar su poder sobre sus hijos. Los hijos y la propiedad son los dos aspectos principales de función social para la familia, aparte de las funciones educativas y religiosas previas. El socialism ataca el control paternal tanto sobre los hijos como sobre propiedad a fin de asegurar la prioridad del estado en la sociedad.
Así que las funciones de la familia son serias y difíciles. Sus tareas religiosas y educativas son primordiales en la vida en sus aspectos respectivos. Hay aspectos también de la custodia de la familia sobre los hijos. El cuidado de la propiedad como una herencia, una fuerza social, y una responsabilidad religiosa es de nuevo importante para la sociedad. Con razón, en las Escrituras se ve el matrimonio con ternura pero sin romance.
Con mucha claridad se le describe como «yugo» (2ª Co 6:14). Un yugo es un vínculo que ata a dos criaturas para tirar cargas. Al matrimonio también se le describe en las Escrituras como «aflicción de la carne» (1ª Co 7:28), traducido «dificultades». El matrimonio a todas luces es un compañerismo funcional del hombre y su esposa al servicio de Dios, al ejercer dominio en sus esferas señaladas.
Proverbios es revelador en sus indicaciones de la vida y estándar maritales. No hay referencia en Proverbios a alguna otra cosa que la monogamia. Juntos, esposo y esposa tienen el deber de instruir a sus hijos en la ley de Dios y en la disciplina de familia (Pr 1: 8, 9; 6: 20, etc.). La relación funcional de esposo y esposa puede ser una gran alegría, o un gran desastre.
«La mujer sabia edifica su casa; Mas la necia con sus manos la derriba» (Pr 14: 1); en breve: «de su sabiduría constructiva de mujer depende principalmente la estabilidad de la familia». «El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová» (Pr 18: 22). En verdad, «la casa y las riquezas son herencia de los padres; mas de Jehová la mujer prudente» (Pr 19:14).
Dios da una herencia mayor que la riqueza material en una esposa prudente. «La mujer virtuosa es corona de su marido; mas la mala, como carcoma en sus huesos» (Pr 12: 4). Precisamente porque el matrimonio es una institución tan importante personal y socialmente, un mal matrimonio es un desastre comparable solo a «carcoma en sus huesos» lo que hace difícil o imposible que un hombre aguante.
Este compañerismo de hombre y esposa actúa como custodio de la propiedad, custodio porque «la tierra es de Jehová» y «La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo» (Lv 25: 23). La familia es el custodio de la propiedad que Dios nos dio, que Dios ordenó. La dote (Gn 34: 12; 30: 20; Éx 22: 17) no era una tasa de compra de una esposa sino un obsequio nupcial de parte del novio a la novia para sellar el matrimonio en términos de responsabilidad santa.
Un matrimonio era verdadera y legalmente matrimonio solo cuando existía un contrato que especificaba los arreglos de la propiedad. Tal requisito era común en la antigüedad y aparece, por ejemplo, en el código de Hammurabi, 128: «Si un hombre toma una esposa y no redacta un contrato con ella, esa mujer no es una esposa».
Los comentarios de Clark sobre la dote en la ley estadounidense son de interés:
La dote ha sido de igual manera una institución de la ley inglesa desde los tiempos anglosajones tempranos, y también estadounidenses. En verdad, se ha dicho de este derecho que está «tan extendido como la religión cristiana y entra en el contrato matrimonial entre todos los cristianos». Pero en años recientes el derecho lo han modificado o abolido muchas jurisdicciones por estatutos que confieren mayores beneficios a las viudas que lo que esta dote da.
En la ley moderna, la dote por lo general se entiende como el derecho de una viuda respecto a la propiedad de su esposo fallecido.

HAY UNA DIFERENCIA, SIN EMBARGO, ENTRE LA DOTE DE LA VIUDA MODERNA Y LA DE LA LEY BÍBLICA.

En la dote moderna, a la viuda se le provee solo si hay alguna propiedad que sea de suficiente tamaño para atenderla. En la ley bíblica, la dote precedía al matrimonio, y los hijos tenían la obligación de sostener a sus padres según fuera necesario.
La familia bíblica se la puede comparar con una corporación. Una corporación es diferente en que es una persona jurídica artificial y la forma el estado. Una corporación no muere cuando mueren sus fundadores, ni cuando sus funcionarios mueren; continúa existiendo legalmente aparte de sus accionistas, que continúan recibiendo dividendos de ella mientras vivan.
Asimismo, la familia es una corporación que consiste de padres e hijos. Paga dividendos a los hijos en cuidado, sostenimiento y herencia, y paga dividendos a los padres en cuidado y sostenimiento según sea necesario. Como corporación, administra sus propiedades e ingresos en términos de su propósito ordenado y dado por Dios. Por esta razón, ninguna decisión arbitraria o puramente personal puede gobernar las decisiones de los miembros de la corporación; son a la vez personas individuales y entidad corporativa, y su función más verdadera es en términos de una plena consideración de ambos oficios bajo Dios.
Cuando el estado toma el control de los hijos o de la propiedad está transgrediendo la esfera de la familia y afirmando ser la corporación cuya razón de ser es el cuidado de la familia. Tal afirmación es una transgresión seria contra el orden-ley de Dios. Si a esta transgresión se añade una pérdida de la fe, la familia se vuelve una institución cuya principal función es proveer techo y un escape sexual para dos individuos atomísticos y a veces anarquistas.
Un ejemplo de esto apareció en la columna de Ann Landers el 16 de agosto de 1969, en la que un hombre escribe para declarar que «a todas las esposas se les debería fusilar cuando cumplieran los cuarenta años», porque ¿quién quiere un «tomate viejo»? El matrimonio en esta perspectiva es una conveniencia física para la satisfacción del hombre, o, a la inversa, para la satisfacción de una mujer. Es en esencia una unión sin ley, aunque se la contraiga bajo la ley.
No en balde nacen hijos inicuos que no respetan ni la autoridad ni la propiedad. En lugar de descansar en la ley de Dios, la persona atomística, antinomiana, como los decadentes romanos de la antigüedad, se apoya en el poder del sexo como curalotodo para el hombre y la sociedad. La mujer entonces debe ganarle a Venus para mantener su posición.
La familia atomística solo puede producir un mundo anarquista. Como Zimmerman ha observado: el sistema de familia juega un papel clave en el problema del cambio social. Trae el pasado al presente. Los sucesos del presente inciden en ella y tratan de alterarla. Del pasado con sus alteraciones recibimos el patrón generador para la cultura del futuro.
Por tanto, no podemos entender a la familia sin formar tres conjuntos de ideas, las naturalezas pasadas y presentes del sistema de familia y las tendencias de los eventos y filosofías presentes para alterar su naturaleza. Tampoco el estudio del desarrollo del sistema de familia ni la incidencia de los sucesos presentes en ella es suficiente por sí solo. La familia es una institución viva creciente, capaz, como la abeja dispuesta para el vuelo, de tomar cualquier número de rumbos diferentes.
Antes de que la familia pueda invertir su curso, y el de la sociedad, debe tener una fe-ley bíblica antes que una ley humanista y atomística. La familia debe de nuevo llegar a ser la depositaria de los requisitos del pacto de Dios, y fideicomisaria bajo Dios de los hijos y la propiedad. No la familia fideicomisaria del paganismo, fuerte pero humanista en orientación, sino la familia fideicomisaria de Dios, esto es lo que se necesita.
El concepto bíblico de la propiedad se considerará más tarde, pero, por el momento, se puede citar el caso de Nabot (1ª R 21: 1-14). Para Nabot, la tierra no era suya para vender. Todo lo que tenía, tierra y viñedo, era una herencia del pasado como fideicomiso para el futuro. Nabot como buen mayordomo sin ninguna duda había aumentado el valor de aquella herencia, pero esto no la hacía suya.

Como cabeza de familia, tenía una herencia en fideicomiso, no para indulgencia propia, y por consiguiente su obligación básica era con el futuro. En China, mediante la adoración de los antepasados, la familia fideicomisaria estaba atada al pasado. En la fe bíblica, debido al mandato de la creación, la familia fideicomisaria se dirige al futuro. La familia moderna, debido a su ideología humanista atomista, se enfoca en el presente y es por tanto destructora del pasado y del futuro. El hombre que propuso a Ann Landers que fusilaran a todas las esposas al cumplir los cuarenta años era un seguidor de la lógica humanista; el pasado no tiene significado. Solo el momento existencial importa.