INTRODUCCIÓN
Al hombre se le puede entender
solo en términos de Dios y su propósito soberano en la creación del hombre.
Según Génesis 1:26-28, el hombre fue creado para ejercer dominio sobre la
tierra y subyugarla, y el mandato de «sean fructíferos y multiplíquense» fue un
aspecto del llamado para ejercer dominio sobre la tierra.
Al hombre, por consiguiente, se
le debe entender en términos del reino de Dios y el llamamiento que tiene el
hombre de manifestar el orden-ley de Dios en una tierra desarrollada y subyugada.
El hombre es, pues, primordial y
esencialmente una criatura religiosa a
la que se entiende bien solo con referencia a su Creador y el propósito que
tiene bajo Dios.
El propósito del hombre, de poner
todas las cosas bajo el dominio de la palabra- ley de Dios, confrontó al hombre
desde el principio de su creación.
SOMETER LA TIERRA Y EJERCER DOMINIO
SOBRE ELLA, LA TAREA ASIGNADA A ADÁN EN EDÉN, TUVO DOS ASPECTOS.
Primero, el
aspecto práctico: se
requirió que el hombre cuidara el huerto del Edén (Gn 2: 15).
El hombre urbano tiende a
olvidarse de que los frutales, las hortalizas y las plantas requieren trabajo y
cuidado, incluso en el mundo perfecto del Edén. A Adán se le dio la
responsabilidad de cuidar o cultivar el huerto y guardarlo o tenerlo a su
cargo.
Segundo, el
aspecto cognoscitivo; al hombre se le requirió que pusiera nombre a las criaturas. Los
nombres en el Antiguo Testamento son descripciones y clasificaciones, así que
ponerle nombre a algo quiere decir entenderlo y clasificarlo. Mediante trabajo
y conocimiento, el hombre debía subyugar la tierra, desarrollar sus
potencialidades, aumentarse y multiplicarse a fin de extender su dominio tanto
geográficamente como en conocimiento.
Este, entonces, fue el
llamamiento santo del hombre bajo Dios: trabajo
y conocimiento con el propósito de someter la tierra y ejercer dominio
sobre ella. Por tanto, cualquier
vocación por la que el hombre
extiende su dominio, bajo Dios, con el propósito de Dios, y sin abuso ni desprecio de la tierra que Dios ha
ordenado que sea el dominio del
hombre bajo Él, es un llamamiento
santo.
La opinión común en toda rama de la cristiandad de que un
llamamiento cristiano quiere decir entrada a las filas del ministerio no podría estar más errada. Tal actitud conduce
a la suplantación del reino de
Dios por la iglesia, al eclesiasticismo como propósito de Dios en la creación.
Entonces, el hombre no fue creado
como niño, para que no se le pueda entender con referencia a un pasado
primitivo o a su niñez, sino en términos de responsabilidad madura
y trabajo. El hombre cristaliza como tal en términos de trabajo bajo
Dios, y de aquí la destructividad radical para el hombre del trabajo insulso o
frustrante, o de un orden social que penaliza al trabajador en la realización
de los frutos de su labor.
De modo similar, el hombre
cristaliza como tal conforme extiende las fronteras de su conocimiento y
aprende más de la naturaleza de las cosas y su utilidad por igual. Los hombres
hallan exaltación en una tarea bien hecha, y en el conocimiento adquirido, porque
gracias al trabajo y al conocimiento se extiende su dominio bajo Dios.
La tierra, pues, fue creada para
ser reino de Dios, y el hombre fue creado a imagen de Dios para ser el
vice-regente de Dios sobre ese campo bajo Dios. La imagen de Dios incluye
conocimiento (Col 3: 10), justicia y santidad (Ef 4: 24), y dominio sobre la
tierra y sus criaturas (Gn 1: 28). Entonces, aunque Adán fue formado del polvo,
de la capa vegetal, de tierra roja, fue ordenado a una naturaleza y destino
gloriosos bajo Dios.
Al hombre se le requirió que se
conociera primero a sí mismo en términos de su llamamiento antes de que le
fuera dada una ayuda idónea, Eva. No fue sino hasta después de que Adán por un
tiempo indefinido pero evidentemente extenso había trabajado en su llamamiento,
cuidado del huerto y llegado a conocer a las criaturas allí, que le fue dada
una esposa.
Específicamente se nos dice que
Adán le puso nombre o clasificó a todos los animales, tarea considerable, antes
de la creación de Eva. Por general o limitada que fuera esta clasificación, con
todo fue un entendimiento acertado y general de la vida animal. El Adán del
Edén fue un hombre que trabajaba duro en un mundo en donde la maldición del
pecado todavía no había infectado al hombre y a su trabajo.
DEBE NOTARSE QUE A ADÁN SE LE DIO A
EVA;
Primero, no en cumplimiento de una necesidad
natural o sexual, aunque esto se reconoció (Gn
2: 20), sino, después de cierto tiempo, para atender su necesidad de una «ayuda
idónea», que es lo que a Eva se le llama. Ella es, sin lugar a duda, una ayudante para Adán en la vida y
trabajo de este como el hombre del pacto de Dios, llamado a ejercer dominio y
subyugar la tierra.
Segundo, Esto significa, que el papel de
la mujer es ser ayudante en una función
gubernamental. El llamamiento del hombre es en términos del reino de
Dios, y la creación y
llamamiento de la mujer no es menos en términos de eso mismo.
Ella debe ser una ayudante para el hombre al subyugar la tierra y
para ejercer dominio sobre ella
en cualesquiera de los términos necesarios para hacer más exitosa la vida y trabajo de su esposo. Las
implicaciones de esto se considerarán más adelante en relación a la mujer en el matrimonio.
Tercero, Dios creó a Eva solo después de
que Adán había demostrado que era responsable
al cumplir fielmente y bien sus deberes. La responsabilidad es así, claramente
un requisito previo para el matrimonio y para el hombre. De lo expresado aquí,
surge más tarde el sistema de la dote que se requería para que el novio demostrara
su responsabilidad al entregarle a la prometida una dote para la seguridad
futura de ella y sus hijos.
Cuarto, puesto que el hombre es llamado a
ejercer dominio, y el matrimonio y su gobierno de la familia es un aspecto
central del mismo, el ejercicio del dominio en el trabajo y el conocimiento
precede al ejercicio de dominio como esposo y padre.
La
familia del pacto es
central en el reino de Dios y de aquí que al matrimonio se le cercó desde el
comienzo con salvaguardas a fin de establecer el precedente de la
responsabilidad.
Quinto, el matrimonio es sin lugar a duda
una ordenanza divina, instituida en el paraíso junto con el llamamiento a trabajar y a conocer.
Sexto, el matrimonio es el estado normal
del hombre, porque, según Dios, «No es bueno que el hombre esté solo» (Gn
2:18). A menos que los hombres estén físicamente incapacitados, o de otra
manera sean llamados por Dios a quedarse solteros (Mt 19:10-12), el matrimonio
es el estado normal de vida. Solo en una edad de inmadurez estudiada los hombres
se mofan del matrimonio como si fuera esclavitud.
Lo que están diciendo, en efecto,
es que la responsabilidad, o más sencillamente, la hombría, es esclavitud y que
el seguir siendo niño es libertad. A tales personas ni siquiera vale la pena
responder.
Séptimo, en tanto que la familia y su
dominio en ella son parte del llamamiento del hombre y una parte muy importante
del mismo, dista mucho de ser la totalidad de su llamamiento. En tanto que el
llamamiento de la mujer es en términos de su esposo y su familia, el
llamamiento del hombre es en términos de la vocación que asume bajo Dios.
Octavo, el hombre, antes del matrimonio,
es llamado, como hemos visto, a demostrar dos cosas: el patrón de la obediencia y el patrón de la responsabilidad, y entonces está listo para
establecer un nuevo hogar. Génesis 2: 24 deja en claro que el hombre dejará su casa paterna y se unirá a su mujer. Básico al
desarrollo del dominio del hombre sobre la tierra están el cambio y el
crecimiento.
Los sistemas de familia que no permiten
la independencia de la pareja joven tratan de perpetuar un orden sin cambio, en
tanto que el cambio y el crecimiento los asegura el patrón bíblico que requiere
una ruptura con los padres en el matrimonio. La ruptura no termina la
responsabilidad de los padres, pero sí asegura el crecimiento independiente.
Noveno, la palabra hebrea que se traduce
novio quiere decir «el circunciso», la palabra hebrea que se traduce suegro
quiere decir el que realiza la
operación de la circuncisión, y la palabra hebrea que se traduce suegra
es similar. Esto, obviamente, no se refiere al rito físico, puesto que a los
varones hebreos se les circuncidaba al octavo día.
Lo que quería decir era que el
suegro aseguraba el hecho de la circuncisión
espiritual, así como también la suegra, asegurando el estatus del pacto
del novio. Era su deber prevenir un matrimonio mixto. Un hombre podía casarse
con la hija de ellos, y llegar a ser su esposo, solo cuando era claramente un
hombre bajo Dios.
Así que los padres del novio
tenían la obligación de preparar a su hijo para una vida de trabajo y creciente
conocimiento y sabiduría, mientras que los padres de la novia tenían el deber,
bajo estándares bíblicos, de examinar la fe y el carácter del esposo en
perspectiva.
LA MADUREZ, PUES, NO SOLO ES BÁSICA
PARA LA HOMBRÍA SINO TAMBIÉN PARA EL MATRIMONIO.
La madurez que se requiere es más
que madurez física. En otras épocas, los matrimonios a menudo se concertaban en
la adolescencia temprana, como en algunos países, pero en muchos de tales casos
los hombres ya eran hombres de experiencia y trabajadores, y las muchachas
mujeres educadas y capaces, en tanto que en otras épocas la inmadurez era la
condición crónica y escogida de hombres y mujeres.
Por cierto que la madurez física
es lo más sabio, pero sin madurez de fe y carácter la relación matrimonial está
plagada de conflictos y tensiones. Puesto que el matrimonio está tan
estrechamente ligado desde la creación con el pacto de Dios con el hombre, es
especialmente apropiado que el ritual católico romano, en la bendición con que
concluye la misa matrimonial, invoque la frase del pacto del Antiguo
Testamento. En las palabras del nuevo misal bíblico de San Andrés:
Que el Dios de Abraham, el Dios
de Isaac, el Dios de Jacob sea con ustedes, y que cumpla Él en ustedes su
bendición, para que ustedes puedan ver a los hijos de sus hijos hasta la
tercera y cuarta generación y que después posean vida eterna y sin límites. Con
la ayuda de nuestro Señor Jesucristo, quien con el
Padre y el Espíritu Santo viven y
reinan, Dios, para siempre jamás. Amén. Finalmente, se debe notar que, si bien
el matrimonio es la relación sexual
ordenada entre hombre y mujer, no se puede entender solo en términos de sexo.
Cuando el matrimonio se reduce a
sexo, el matrimonio se desintegra como institución y el sexo amoral lo
reemplaza. El matrimonio tiene referencia primero a que lo instituyó Dios y
luego al hombre y a la mujer en sus respectivos llamamientos.
Debido a que al hombre hay que
entenderlo en términos de su llamamiento bajo Dios, toda la vida del hombre se
debe interpretar en términos de este llamamiento también. La dislocación en el
llamamiento de un hombre es dislocación en su vida total. Cuando el trabajo es
fútil, los hombres no pueden descansar de sus labores, porque su satisfacción
en ellas ha desaparecido.
Los hombres entonces buscan con
mucha frecuencia hallarle propósito al trabajo al trabajar con mayor rigor. La
frustración en términos de su llamamiento quiere decir mala salud para el
hombre en términos de su salud física y mental, su energía sexual, y su
capacidad para descansar, en tanto que el éxito en el trabajo quiere decir
vigor y vitalidad para un hombre. Todo intento de entender el matrimonio solo
en términos de sexo agravará el problema básico del hombre.
SI EL MATRIMONIO NO ES SOLO SEXO,
TAMPOCO ES SOLO AMOR.
Las Escrituras no dan base por
ningún lado a la idea de que un matrimonio se pueda terminar cuando el amor
termina. Aunque el amor es importante para un matrimonio, no puede remplazar a
la ley de Dios como vínculo esencial del matrimonio. Es más, una mujer no puede
cometer mayor error que dar por sentado que puede tener prioridad en la vida de
su esposo por encima del trabajo de este.
Él la amará con calor y ternura como a ninguna
otra persona, pero la vida del hombre es su trabajo, no su esposa, y cuando la
mujer no entiende esto puede hacerle daño a su matrimonio. La tragedia de una
edad apóstata es que las mujeres ven muy bien la futilidad o vaciedad de mucho
del trabajo del hombre, pero no ven que la respuesta de un hombre santo a un
mundo enfermo es más trabajo.
Debido a que el trabajo es el
llamamiento del hombre, los hombres a menudo cometen el serio error de tratar
de resolver todos los problemas trabajando más duro, en tanto que, en la misma
situación, la mujer está más convencida de la inutilidad del trabajo. Pero
decirle a un hombre que el trabajo es fútil es decirle que él es fútil. Una
causa básica y no reconocida de tensiones en el matrimonio es la futilidad
creciente del trabajo en una edad en donde los apóstatas y estatistas tienden a
privar al trabajo de sus metas constructivas.
El ámbito del dominio del hombre
se vuelve el ámbito de la frustración del hombre. Hay quienes pueden recordar
cuando los hombres, no hace muchos años, trabajaban diez o más horas al día,
seis o siete días a la semana, a menudo bajo circunstancias horribles e
inseguras. Frente a esto, podían descansar y también disfrutar de la vida con
un apetito robusto.
El optimismo básico de esa edad y
la certeza del progreso, la estabilidad de la economía de dinero en efectivo, y
un sentido de dominio en estas seguridades, les daban a los hombres una
satisfacción en sus labores que hacía posible el descanso. Una edad que niega
el significado y satisfacción del trabajo también niega al hombre al mismo
tiempo.
No todas las condiciones más
deseables y horas de trabajo puede reemplazar al propósito del trabajo. Dostoievsky señaló que a los hombres se
les podría destrozar en Siberia, no por el trabajo forzado sino por el trabajo sin
sentido, tal como mover un montón de piedras de un lado a otro
interminablemente.
Tal trabajo, aunque se haga con
lentitud y holgazanería, destruye al hombre, en tanto que el trabajo
significativo lo fortalece e incluso lo exalta.
Debido a la centralidad del
trabajo para el hombre, uno de los problemas crónicos de los hombres es su
tendencia a hacer del trabajo una religión
sustituta.
En lugar de derivar de Dios y de
su orden-ley el significado de la vida, los hombres a menudo lo derivan de su
trabajo. La consecuencia es una desorientación en la vida, familia y orden.
Esté jubilado o trabajando
activamente, el pensamiento del hombre todavía es en términos del mundo del
trabajo, y continúa evaluando la realidad en los mismos términos. El hombre,
habiendo sido llamado a ejercer dominio mediante el trabajo, está ligado al
trabajo en pensamiento y acción. Pero no hay verdadero dominio para el hombre
en el trabajo aparte de Dios y su orden-ley.
Una nota final: los hombres, a
través de los siglos, se han sentido tan estrechamente ligados a su trabajo,
que para ellos ha sido una satisfacción particular estar cerca de sus
herramientas. Hasta hoy, en algunas partes del mundo, los hombres hallan placer
al tener sus herramientas a mano.
Algo de la resistencia a la Revolución
Industrial vino de los hombres que disfrutaban teniendo sus talleres en casa y
sintieron una pérdida al pasar a otros edificios. No era raro que los médicos llevaran
sus maletines consigo al ir de vacaciones, y un punto alto de una gira europea para
un médico era la oportunidad de usar su medicina. Muchos hombres descansan
mejor si tienen las herramientas a mano.