17. EL TRAVESTI

INTRODUCCIÓN

Una ley significativa aparece en Deuteronomio 22: 5 que por largo tiempo ha influido los códigos de ley de las naciones cristianas:
No vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer; porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace.
La palabra abominación es de interés particular aquí. Una palabra griega y cuatro hebreas se traducen como abominación; en este caso la palabra hebrea es toebáj, que denota «algo despreciado, especialmente en base religiosa». «La palabra se usaba para denotar lo que es particularmente ofensivo al sentido moral, el sentimiento religioso, o a la inclinación natural del alma.
La ley aquí, sin embargo, designa a la persona como «abominación» al Señor; no es el acto o cosa sino el individuo lo que se señala en este aborrecimiento.
No se especifica pena por esta transgresión; es un delito menor, y el castigo se deja a discreción de los legisladores.
Los comentarios de los eruditos bíblicos son de interés. Wright lo vio como parte del requisito de perfección física, el deber de respetar y mantener el cuerpo tal como Dios lo dio, sin mutilación o confusión. Dijo:
Una ley que aparece solo aquí y por lo general se interpreta como dirigida contra los cambios simulados de sexo en la religión cananea. La evidencia de esto último se deriva, sin embargo, de fuentes que son muy posteriores a los tiempos israelitas. Puede ser que la motivación venga del aborrecimiento israelita a todo lo que es innatural (vv. 9-11; exég, en 14: 1-2), aunque a decir verdad no tenemos certeza de lo que está detrás de ello.
Keil and Delitzsch ayudan muchísimo:
Así como la propiedad de un prójimo debía ser sagrada para un israelita, también la distinción divina de los sexos, que se mantenía sagrada en la vida civil mediante la ropa peculiar de cada sexo, se debía observar no menos sagrada sino incluso más. «No deberá haber cosas del hombre en la mujer, y el hombre no debe ponerse ropa de mujer». (Cosas) no significan solamente la ropa y las armas, sino que incluyen toda clase de utensilios domésticos y de otra naturaleza.
El propósito inmediato de esta prohibición no era prevenir la actitud licenciosa ni oponerse a prácticas idólatras, sino mantener la santidad de esa distinción de los sexos que fue establecida mediante la creación del hombre y la mujer, y en relación a la cual Israel no debía pecar. Toda violación o eliminación de esta distinción por ejemplo, como la emancipación de la mujer era innatural, y por consiguiente abominación a la vista de Dios.
La ley por consiguiente prohíbe imponer deberes y herramientas del hombre a una mujer, y las de la mujer al hombre. Su propósito es mantener el orden fundamental de Dios. El hombre que permite que su esposa lo mantenga cuando él es capaz de hacerlo ha violado esta ley.
El comentario de Alexander respaldaba el mismo significado:
La distinción divinamente instituida entre los sexos se debía observar sagradamente, y, a fin de hacer esto, el vestido y las otras cosas apropiadas del uno no las debía usar el otro. Eso que pertenece al hombre; literalmente, el aparato de un hombre (incluyendo no solo el vestido, sino implementos, herramientas, armas y utensilios). Esta es una regulación ética en interés de la moralidad.
No hay referencia, como algunos han supuesto, al uso de máscaras con el propósito de disfrazarse, o a la práctica de los sacerdotes en festivales paganos de llevar las máscaras de sus dioses. Cualquier tendencia a eliminar la distinción entre los sexos tiende a una vida licenciosa; y el que un sexo se ponga el vestido de otro siempre se ha considerado innatural e indecente.
Según Baumgarten, esta ley, prohíbe la manifestación de la innaturalidad primitiva y antipiedad de que el hombre (el esposo) como el hombre original (ser humano) debe obedecer la voz de su esposa, el hombre derivado. En la medida en que el hombre persiste en su enajenamiento de Dios, este error fundamental se hará sentir Ro 1: 26, 27.
Pero con todo la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda perversión de los sexos, en los resultados aturdidores y perturbadores de esa dominación femenina ampliamente extendida que se extiende más, y la servidumbre masculina.
Hoy tenemos lo que Winick ha llamado la «desexualización» progresiva de las personas. La meta es cada vez más «el hombre insulso», en las generaciones más viejas y las más jóvenes. Al hombre cada vez más lo vuelven una criatura neutra; se borra la distinción entre varón y mujer. Como resultado, claro, en 1964 la
Unión Estadounidense de Libertades Civiles defendió a un hombre contra acusaciones de travesti, cuestionando la ley por primera vez en 119 años. Todavía más, «el travestismo de los hombres figura cada vez más en dramas y películas».
Las ropas unisex se han vuelto populares en Londres, y entre algunos adolescentes escandinavos. Cada vez más, el mundo y los Estados Unidos se vuelven «el país de los blandos». A la vez, el escenario «ha producido un número de hombres programados para la derrota» mientras que al mismo tiempo presentan mujeres agresivas. En realidad, «las actrices no solo son más grandes que los hombres en la taquilla; sino que en realidad son más alta de estatura». Todavía más, «aunque las protagonistas en un tiempo representaban el objetivo de la búsqueda romántica del héroe, hoy estamos teniendo a la mujer como Bruto».

DETRÁS DE ESTE CAOS SE HALLAN CIERTAS IDEAS.

Primero, la rebelión contra el orden que ordenó Dios es muy obvia. Se niega el mismo principio de orden. El hombre busca deliberadamente volver a arreglar la creación en términos de su creativo mandato.
Segundo, la igualdad como fe filosófica y religiosa está en acción. Todas las personas son iguales; la mujer es igual al hombre, y el hombre es igual a Dios.
Como resultado, debe haber en principio una guerra contra las diferencias. No solo lo unisex sino lo unihombre es la meta, lo insulso, la persona neutra. Henry Miller ve el regreso al paraíso solo mediante la destrucción de la historia, es decir, la ley y la moralidad. Debe haber un tiempo de destrucción total, el «tiempo de los asesinos», y el nuevo mundo puede venir solo cuando se olvide al viejo mundo.
Esto significa un período de anarquía, amalgama racial y hermafroditismo humano universal («el nacimiento del hombre-mujer en todo individuo») y entonces el nuevo mundo pudiera aparecer.
Para volver ahora a la ley y a una fresca evaluación de su significado, está se refiere a ropas, pero su significado es mucho más amplio. La ley ataca la neutralización general de los sexos y la confusión de sus funciones. La ley insiste en una línea estricta de división entre varón y mujer como los medios mejores y ordenados por Dios de comunicación y amor entre ellos. La fuerza y carácter del varón y la mujer se mantienen mejor por obediencia a esta ley.
Fue en un tiempo un principio estricto de conducta militar imponer esta ley en todo aspecto. A los hombres en uniforme no se les permitía empujar un cochecito de bebé; era inapropiado a la autoridad y fuerza del uniforme representado hacer el trabajo de la madre. Si esto ahora parece una ilustración trivial y divertida, el hecho es que todavía es sólida en principio.
Su propósito era la preservación de la dignidad y la masculinidad de una fuerza luchadora. Al mismo tiempo, bajo estándares anteriores a la Primera Guerra Mundial, se esperaba que un oficial y también sus hombres tuvieran capacidades versátiles. Su cuartel tenía que estar limpio y propiamente cuidado, y la capacidad de cocinar no estaba limitada al cocinero. El propósito era la capacidad de valerse por sí mismo y de sobrevivir. En el hogar, el hombre no hacía el trabajo de la mujer; en las barracas y en el campo, el hombre tenía que ser hábil, capaz y ordenado en su vida.
El propósito de la ley es aumentar la fuerza y la autoridad de los hombres y las mujeres en sus respectivos dominios. La fuerza de los hombres es ser hombres bajo Dios, y la fuerza de las mujeres es ser mujeres bajo Dios.

Luego entonces, la definición del travesti se debe ampliar a mucho más que  una mera referencia a ropa. Se puede añadir que la cultura moderna tiene un carácter fuertemente travesti. Aquí, como en todo lo demás, prefiere la perversión antes que la ley de Dios.