INTRODUCCIÓN
Uno de los hechos que perturba a
muchos con respecto a las leyes bíblicas en cuanto al matrimonio es lo que
parece ser tolerancia de la poligamia, tener más de una esposa, y la total
intolerancia del adulterio, que en el Antiguo Testamento exigía la pena de
muerte. El moralista actual tolera el adulterio pero no la poligamia.
LA RESPUESTA A ESTE CONFLICTO DE
PUNTOS DE VISTA ESTÁ EN EL ANÁLISIS DE LA LEY BÍBLICA.
Primero, el propósito de Dios en la creación
fue muy claramente definido cuando escogió que la monogamia fuera el estándar
para el hombre. El estándar original, perfecto, llevó a la creación de Eva, una
mujer, para Adán, un hombre (Gn 2: 18-24). El matrimonio normativo es
claramente monógamo.
Segundo, la poligamia claramente aparece como
producto de la caída, en un mundo de pecado. El primer matrimonio bígamo fue el
del descendiente de Caín, Lamec, que tuvo a Ada y a Zila como esposas (Gn 4 :23).
Tercero, la prohibición de la poligamia
está implícita en Génesis 2:23, 24, y se indica en una lectura de Levítico
18:18: «No tomarás mujer juntamente con su hermana, para hacerla su rival,
descubriendo su desnudez delante de ella en su vida». La versión La Palabra de Dios para Todos, en tanto
que lo lee en términos de la versión Reina Valera Revisada, todavía la separa
de las leyes del incesto, Levítico 18: 6-17, y lee la primera cláusula como
«Mientras viva tu esposa», lo que señala la prohibición de la bigamia.
Cuarto, 1 Timoteo 3:2 dice con claridad
que la poligamia estaba prohibida para los oficiales de la iglesia: «Pero es
necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer… ». Los
montanistas leyeron esto como una prohibición de todos los segundos matrimonios, que ellos calificaron como
bígamos; un viudo o una viuda estaban así todavía ligados al matrimonio
original. No hay garantía bíblica para tal interpretación.
Quinto, hay por lo menos una condenación
de la poligamia implícita en Deuteronomio 17: 17, que prohíbe al rey «Ni tomará
para sí muchas mujeres». De modo similar, el sumo sacerdote se podía casar solo
con una esposa, y debía ser virgen (Lv 21: 13, 14).
Sexto, Jesucristo con toda claridad
indicó que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer, y este es el
significado de Génesis 2:24; los dos que
son «una carne», o sea, un verdadero matrimonio (Mt 19: 5).
Séptimo, San Pablo habló del matrimonio en
términos monógamos: «cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio
marido» (1ª Co 7: 2).
En pasaje tras pasaje se da por sentado que la monogamia es
el estándar ordenado por Dios. Por otro lado, en muchos pasajes la poligamia es
un hecho reconocido y aceptado, no solo entre los réprobos, como Lamec (Gn 4:
19) y Esaú (Gen 26: 24; 28: 9; 36: 2), sino también entre patriarcas y santos.
Jacob tuvo dos esposas y dos concubinas (Gn 29: 15 et. seq.); Elcana, dos esposas (1ª S 1: 1, 2); Gedeón, David y
Salomón muchas esposas y concubinas por igual.
Adán, Noé, Lot, Isaac, Moisés y
muchos otros fueron monógamos. Las instancias de poligamia en la Biblia no son
demasiadas, pero son conspicuas para nosotros debido a su variación de nuestros
estándares y prácticas.
LA LEY EN EFECTO RECONOCE Y REGULA EL
CONCUBINATO Y LA POLIGAMIA.
Primero, el hombre no podía simplemente
usar a una concubina. Ella tenía derecho a su alimentación, ropa y relaciones
sexuales sin disminuir; el no hacer estas tres cosas era base para el divorcio,
sin ninguna recompensa de la dote o dinero de la novia (Éx 21: 10, 11). Ni
siquiera a una cautiva en la guerra se le podía negar sus derechos (Dt 21: 10-14).
Segundo, «una mujer que fuere sierva desposada
con alguno» (Lv 19: 20), o sea, una joven a la que alguien había tomado como
concubina, no se la podía matar por adulterio; tanto a ella como al hombre
culpable se le podía castigar solo con azotes. Se da la razón: «por cuanto ella
no es libre» (Lv 19: 20). Aquí hay claramente un principio en evidencia: al que
mucho se le da, de él se espera mucho.
Pero, puesto que una concubina
recibe un estatus limitado y recibe menos dignidad en el matrimonio, de ella se
puede esperar solo una lealtad limitada. Se espera que ella sea fiel, pero en
el caso del adulterio su castigo era menor, porque su estatus era menor que el
de la esposa a la que se le había dado la dote. La esposa tenía la seguridad de
su dote y un estatus de autoridad; su castigo por el adulterio, así como el
castigo para el esposo por adulterio, era la muerte.
Tercero, es de este modo evidente que la
ley toleraba la poligamia mientras que establecía la monogamia como estándar.
La razón para esta tolerancia era el hecho de que la familia polígama seguía
siendo una familia, una forma inferior de vida de familia, pero tolerable (en
tanto que la poliandria no lo es, puesto que viola la centralidad básica del
hombre y su llamamiento). La ley básica así protege a la familia y no tolera el adulterio, que amenaza y destruye la
familia. La ley humanista protege al individuo
anarquista negando que el adulterio sea un delito, y progresivamente
sacrifica a la familia por el individuo.
De este modo, la ley bíblica
tolera la poligamia, pero el estándar establecido por la ordenanza de la
creación y expuesta por San Pablo para los miembros (1ª Co 7: 2) y para los
oficiales (1ª T 3: 2) del reino de Cristo es la monogamia.
Habiendo dicho esto, es necesario
añadir que la poligamia antigua tenía a menudo otros aspectos aparte del
sexual. Un aspecto importante de la poligamia antigua era una función
gubernamental. Un hombre de medios necesitaba asociados confiables para que
asumieran el gobierno de una propiedad, o un gobernante necesitaba personas
para que actuaran como sus agentes en una provincia o ciudad.
Una esposa era por lo general el
asociado más confiable en tales circunstancias. Muy comúnmente la mujer era la
viuda de un oficial o gobernante de experiencia, a menudo mayor, así que las
relaciones sexuales frecuentemente no tenían lugar.
De tiempo en tiempo la visitaba
su esposo, cuya autoridad reforzaba la de ella por sus visitas. Si ella vivía
dentro de su casa, a tal esposa se le confiaba la supervisión de ciertos
aspectos de su negocio.
En el caso de Salomón, la mayoría
de sus esposas y concubinas representaban alianzas extranjeras y fueron medios
de establecer tanto la paz con Israel como las relaciones comerciales
favorables para la nación. Si eran sexualmente atractivas, esto mejoraba su
utilidad. Una princesa enviada a la corte de Salomón iría acompañada por varias
damas casaderas de nacimiento noble y algunas concubinas o esclavas; todo sería
enviado con la ventaja del país natal en mente. Su matrimonio con Salomón y su
orgullo en su poder y gloria la hacían leales a Salomón; su origen nacional las
llevaba obviamente a buscar ventajas diplomáticas y comerciales para su país
natal. Las esposas polígamas han sido así una respuesta común a la necesidad
para el servicio civil.
Formas de esta poligamia
gubernamental todavía sobreviven en varias partes del mundo, aunque van
desapareciendo.
Otra forma de poligamia es económica; y esto prevalece
especialmente en culturas «primitivas». En tribus africanas, por ejemplo,
puesto que mucho del trabajo agrícola depende de la esposa, una segunda esposa
quiere decir otra trabajadora para el campo. No es sorpresa para nada que, en
la poligamia económica, la esposa sobrecargada de trabajo recibe de buen grado la
ayuda en forma de esposas adicionales.
Una forma más rara de poligamia
ha sido remedio para el desastre. Tales instancias han sido muy raras, y a
menudo se ha usado el pretexto de la necesidad.
La poligamia mormona fue
religiosa y soteriológica; las mujeres escaseaban, pero se aducía que la
poligamia era un requisito religioso y ordenanza. La Guerra de los Treinta Años
vio una devastación tan aterradora, y tantos hombres murieron, y tantas mujeres
quedaron sin protección, que la Dieta legalizó la poligamia brevemente a fin de
producir algo de restauración en la vida de familia.
La mayor parte de la poligamia,
especialmente en tiempos modernos, ha sido esencialmente sexual en propósito, y
esta clase de poligamia es la que la mayoría de personas asocian con la
expresión. El concepto ensoñador de los necios es de una capacidad de señorío
masculino para usar un número de mujeres a voluntad.
ESTA IDEA ES EN SU MAYOR PARTE
ILUSIÓN. VARIAS COSAS MILITAN CONTRA ESTE SUEÑO.
Primero, los matrimonios polígamos siguen
siendo matrimonios; incluyen la unión de
dos familias. No se puede hacer con la esposa o concubina lo que a uno se le antoje sin ofender a los parientes
políticos. En el matrimonio polígamo, la mujer tiende a estar más cerca de su familia que a la de su esposo.
El maltrato de la esposa puede
significar serios problemas con los parientes políticos que ahora son enemigos.
Muy pocos hombres han sido
poderosos lo suficiente para despreciar este factor. Aparte de unos pocos
monarcas, los hombres que han podido en cualquier generación descartar a la
familia de la mujer han sido escasos. En la familia polígama, los lazos a la
familia de origen por lo general son intensos y de celos.
Segundo, si un sultán no tiene que temer a
sus parientes políticos debido a que es demasiado poderoso, con todo debe temerle
a sus esposas y concubinas, quienes pueden hacerle mucho daño. Los sultanes turcos
ahogaron a sus esposas y concubinas en grandes números. Sabemos que unas 300
mujeres fueron ahogadas en algunas ocasiones, a veces por intriga, a veces por
placer durante el reinado de Ibrahim, quien, después de una de sus bacanales,
decidió librarse de su viejo harem y divertirse reemplazándolo.
Pero se debe añadir que, incluso
los sultanes turcos, cuando no asesinaban a sus esposas, sentían temor de
ellas. A la favorita del sultán para la noche la metían a escondidas y en
secreto a una habitación, para evitar los ojos celosos de los otros miembros
del harem y de la favorita o la reina.
Todavía más, la costumbre y una
relación satisfactoria requería que el sultán le regalara dinero, joyas y ropa
de acuerdo al grado de placer recibido. En donde la relación entre el señor y
las miembros del harem eran muy ligeras, estos regalos eran necesarios para
añadir incentivos a la relación. Así, incluso con el poder de matar a sus esposas a capricho, el
sultán todavía tenía que meterse como adúltero a escondidas a la habitación
seleccionada a fin de vivir con
sus esposas.
Tercero, en toda sociedad, sea polígama o
monógama, ciertas obligaciones existen entre esposo y esposa. Estos deberes no
son tan estrictos en un matrimonio monógamo, porque entonces el esposo y la esposa
normalmente trabajan juntos por una meta común. En los matrimonios polígamos,
las obligaciones del esposo se describen con mayor precisión para evitar el
abuso de cualquier esposa. El siguiente ejemplo es típico:
Entre varias tribus del desierto
siro-arábigo el hombre tiene que dividir sus atenciones maritales por igual
entre sus dos esposas. Debe pasar alternadamente una noche con cada una. Cada
una de las esposas cocina para él un día a la vez, y en ese día es derecho de
la mujer que el esposo pase la noche con ella, sea que cohabite con ella o no.
Si el esposo pasa la noche con una esposa fuera de turno, debe compensar a la
otra con una oveja o una cabra como el precio de su noche. A veces las dos
esposas llegan a un acuerdo, y una de ellas le compra una noche a la que le
toca el turno.
Hay en esto ciertas cosas
implícitas de las que rara vez se escribe pero que son conocimiento común en
países polígamos. Los derechos sexuales del esposo en un matrimonio polígamo
son técnicamente amplios pero en realidad severamente limitados; él paga por
cualquier libertad que ejerza. Todavía más, enfrenta esposas que pelean y que
son rivales por su favor pero que se unen como mujeres contra él.
Si tiene dos o más esposas, debe
disfrutar de la cocina de todas; si come muy poco de la cocina de una mujer,
ella se enfurece y se pone celosa. Al mismo tiempo, ella se jacta ante las
otras esposas de como él se dio un atracón con los postres que ella le dio a la
hora de irse a la cama. De igual manera, cada esposa fanfarroneará de sus
proezas sexuales con ella. Entonces la esposa de turno le dirá al hombre, que esta
vez está cansado, que si pudo ser apasionado con la otra la noche, que se lo demuestre
esa noche, en lugar de descansar.
A la siguiente mañana ella
declarará a las otras mujeres que casi no pudo dormir toda la noche, y que la
pasión de su esposo fue ardiente y continua. Como resultado, el pobre hombre
tiene problemas con la siguiente esposa y de seguro también otra noche de
frenesí. La desconfianza y odio de las mujeres están profundamente embebidos en
todas las sociedades polígamas, y a los polígamos no se le conoce cómo hombres
de casa.
La vida del esposo polígamo es de
poder ostentoso pero de servidumbre real. Se puede añadir que, debido a que las
mujeres del harem tienen sus derechos de cama fijos en rotación, hay a menudo
menos preocupación en cuanto a ser agradable en persona, modales y apariencia.
Los derechos maritales, la amenaza de problemas con los parientes políticos, el
prestigio que viene de tener hijos, todo esto le da a la mujer una posición de
poder. El poder del hombre puede ser brutal, así como el poder del sultán turco
para matar lo evidencia en forma externa. El poder de la mujer en países
polígamos viene de la explotación de sus armas estratégicas. No es sorpresa que
en las sociedades polígamas a las mujeres se les teme como epítome del mal.
Buda dijo que «la mujer es la
personificación del mal». La opinión árabe moderna es similar.
Podemos, de este modo, concluir, cuarto, que solo en la monogamia el
hombre tiene en efecto derechos reales, porque solo en el matrimonio monógamo
hay una verdadera unión de esposo y esposa. En lugar de competir por el favor
del hombre, el matrimonio monógamo cristiano ve a la mujer unida a su esposo en
fe y amor santos. Hay confianza en lugar de rivalidad. En tal matrimonio, el
hombre recaba amor, servicio y lealtad que no es común en uniones polígamas.
Ejerce derechos desconocidos en
otras culturas. No es accidente de la historia que en los países cristianos las
mujeres son más responsables, más capaces de trabajo productivo, y mucho más
atractivas que en otras culturas. El matrimonio monógamo cristiano es matrimonio
en su forma más verdadera porque es fiel a las leyes de la creación.
La significación social del
estándar bíblico es evidente en la investigación de J. D. Unwin. Las leyes
bíblicas restringen la relación sexual al matrimonio y sostienen que el
matrimonio monógamo es la norma. Así, se requiere la castidad premarital, y
también la fidelidad postmarital. Unwin empezó su investigación decidido a
refutar la idea de que exista alguna conexión necesaria entre el nivel de
civilización y su moralidad sexual. Halló más bien que, si sabemos las
regulaciones y conductas sexuales de una sociedad, podemos con precisión
«profetizar» (y esa es su palabra) «el patrón de su conducta cultural».
El desarrollo mental y ventaja
cultural va mano a mano con el desarrollo de la monogamia estricta y la castidad
premarital y postmarital. Una sociedad con actitud licenciosa premarital y
postmarital está a nivel muerto cultural y mentalmente. Progresa al grado en que
las regulaciones sexuales se mueven hacia una monogamia estricta. En tres generaciones
el impacto de una nueva moralidad se siente a plenitud.
Como resultado, Unwin sintió, que
las reglas estrictas de castidad y continencia no pueden ser innaturales, puesto
que producen lo mejor en la naturaleza. Es significativo que el intento de
Unwin de establecer artificial o racionalmente un estándar moral para una nueva
sociedad fue un fracaso intelectual; nada puede reemplazar la motivación
religiosa para estándares morales.
Es significativo también que los
que idealizan la promiscuidad y una vida licenciosa como ideal para el hombre
solo pueden hallar sus estándares en culturas muy «primitivas» o degradadas.
Dos obras que han influido grandemente la actitud licenciosa sexual moderna
anticristiana son The Sexual Life of
Savages de Bronislaw Malinowski (1929) y Black Eros, The Sexual Customs of Africa from Prehistoric Times to the Present Day de Boris de
Rachewiltz (1956, en inglés, 1964). Al estudio de
Malinowski de los isleños de
Trobiand se le ha llamado «virtualmente la Biblia de todos los que respaldan la
vida de amor libre en grupo». El comentario de Blake sobre la sociedad
supuestamente ideal de los isleños de Trobiand va al punto: el notorio
antropólogo indicó inequívocamente que los «trobianderos no conocen, en su
tercera década de nuestro siglo (1920-1930), ninguna perversión sexual, ninguna
psicosis funcional, ni el asesinato sexual; no tienen palabra para robo; la
homosexualidad y la masturbación no significan nada para ellos excepto un medio
innatural e imperfecto de gratificación sexual, señal de capacidad perturbada
para alcanzar satisfacción normal.
La forma socialmente aceptada de
vida sexual es la monogamia espontánea sin compulsión, una relación que se
puede disolver sin dificultades; y así no hay promiscuidad».
Por supuesto, no hay
promiscuidad, hablando técnicamente, en donde no hay leyes o tabúes sociales.
Si no hubiera leyes contra el asesinato, tampoco hubiera asesinato. En donde no
hay obligación, ni responsabilidad de parte de nadie, es sencillo decir que el
problema de violación, adulterio, pedofilia, falta de sostenimiento, etc., no
existe.
Justificaciones similares
prevalecen hoy. Se nos asegura que Dinamarca ha visto un descenso en los crímenes
sexuales con el abandono de las leyes contra la pornografía, pero no se nos
dice que la mayoría de perversiones ya no se consideran transgresiones
criminales, así que la declinación en la criminalidad es en realidad una
declinación de la imposición de la ley. En tal contexto, las estadísticas son
más que inútiles; son deshonestas.