5. LA LEY DE FAMILIA

INTRODUCCIÓN

Un pasaje extraño de las Escrituras señala un hecho de la ley que por lo común se pasa por alto. Caín, al oír de Dios su sentencia por el asesinato, se quejó, diciendo:
Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado. He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará. Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara.
Salió, pues, Caín de delante de Jehová, y habitó en tierra de Nod, al oriente de Edén (Gn 4: 13-16).
Debido a que Dios no cambia, sus propósitos últimos siempre están implícitos en sus actos anteriores, y por consiguiente una parte del marco de trabajo de su declaración a Caín es un orden-ley. Ciertas preguntas, así, de inmediato vienen a la mente: ¿De quién tenía miedo Caín? ¿A quién temía que lo podría matar?
Que el miedo era más que psicológico es evidente por el hecho de que Dios «puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara». Caín obviamente necesitaba esta protección. De nuevo, ¿por qué Dios, que muy temprano dejó en claro su requisito de la pena de muerte por el asesinato (Gn 9: 6) aquí actúa para proteger a un asesino?

ANTES DE TRATAR CON ESTAS PREGUNTAS, UN BREVE EXAMEN DEL TEXTO ES INTERESANTE.

Leupold tradujo Génesis 4: 14 así: «He aquí, me expulsas este día de la tierra y debo quedarme detrás de ti, y debo andar moviéndome y errante por la tierra, y sucederá que cualquiera que me halle, me matará». Las palabras de Caín claramente presuponen la pena de muerte por el asesinato; la ley de Dios ya había sido declarada anteriormente y Caín ve la necesidad de escapar tanto de Dios como del hombre, y se queja contra las probabilidades. El hecho de que el suyo fue un asesinato cruel le daba lo mismo; piensa que el castigo es desesperadamente injusto.
Es más, Leupold tradujo el v. 19b: «y Yahvé le dio a Caín una señal para que quienquiera que lo hallare no lo asesinara». Leupold anotó: que el texto no dice que Dios le puso una marca en o sobre Caín (hebreo, be) si no para Caín (hebreo, le), marcando un dativo de interés o ventaja. En consecuencia, debemos más bien pensar en alguna señal que Dios permitió que apareciera para asegurarle a Caín, «una señal de garantía» o «una promesa o seña».
Como paralelos se podrían citar las señales que se extendieron a ciertos hombres a quienes Dios prometió cosas inusuales: Gedeón (Jueces 6: 33-40), Eliseo (2 Reyes 2: 9-12). Dios permitió que esta señal apareciera, por consiguiente, para Caín, y este se sintió seguro. No hay, por consiguiente, ninguna base para suponer que Caín anduvo por todas partes como hombre marcado todo el resto de su vida. De todas maneras, ot no quiere decir «marca».
Para volver a las preguntas anteriores, de quién tenía miedo Caín, y a quién temía que pudiera matarlo, la respuesta ya es evidente. Caín muy obviamente temía que Dios, habiendo declarado oralmente su ley a la humanidad desde el principio, tal vez ejecutaría por sí mismo la pena de muerte contra Caín. Es más, temía que otros hombres también pudieran matarlo porque la ley de Dios los ponía bajo la obligación de hacerlo. Las palabras de Caín claramente indican que se había instituido un orden-ley. Caín era un hombre maduro y casado (Gn 4: 17).
Durante sus 930 años de vida Adán tuvo varios hijos e hijas, cuyos nombres nunca se revelaron. (Gn 5: 3-5). Como resultado, para el tiempo del asesinato de Abel ya existía un número de personas que estaban listas y eran capaces de imponer la ley. Adán, como cabeza de su casa y de la joven humanidad, estaba en posición de requerir la imposición sobre los miembros de su familia.
La familia, así, fue claramente un orden-ley, destinado a la disciplina y lista para imponer su ley sobre sus miembros. La reacción de Caín es evidencia obvia de esto. Dios había establecido claramente a la familia como un orden-ley.
Esto nos lleva a una pregunta principal: ¿por qué, entonces, en lo que parece ser contradicción al resto de las Escrituras, Dios interviene aquí para proteger a Caín para que no lo maten? Claramente el propósito de Dios no fue la protección por el crimen. En todo punto las Escrituras revelan a Dios como enemigo del pecado, y su exigencia de juicio es tan estricta e indeclinable que solo la muerte de Jesucristo pudo hacer expiación por el pecado al cumplir la ley a plenitud. Obviamente, entonces, el propósito de Dios aquí no fue la protección de Caín; sino más bien, la protección de Caín fue un producto secundario de su propósito central.
Dios se reveló a sí mismo como acusador de Caín, y la misma tierra, debido a que Dios la creó, atestiguó de la ley de Dios contra Caín (Gn 4:9-12). La pregunta que debemos hacer, entonces, es ésta: ¿Qué clase de orden-ley estaba Dios manteniendo que incidentalmente llevó a la protección de Caín? Esta es la pregunta clave, y, desdichadamente, los comentaristas no la hacen.
La familia muy claramente tiene un serio papel en la imposición de la ley. La familia es un orden-ley y disciplina a sus miembros. La naturaleza y extensión del poder de castigo de la familia se puede ver al mirar de nuevo a un texto que ya se consideró, Deuteronomio 21:18-21, la pena de muerte para los delincuentes juveniles.

HAY CIERTOS ASPECTOS MUY IMPORTANTES PARA ESTA LEY.

Primero, los padres deben ser los testigos de queja contra su hijo delincuente. La lealtad de los padres desde ser, así, al orden-ley de Dios, no a los lazos de sangre. Si los padres no ayudan en la acusación de un hijo delincuente, son cómplices del delito.
Segundo, contrario a la costumbre usual, por la que los testigos encabezaban la ejecución, en este caso, «los hombres de la ciudad» lo hicieron. Así, en donde se aplicaba la pena de muerte, se excluía a la familia de la ejecución de la ley.
Ahora, para volver a Caín: Caín obviamente se crió en una familia que era un orden-ley disciplinado. Tanto él como Abel, así como los demás hijos, fueron trabajadores disciplinados y productivos. Caín sabía de la pena de muerte por el asesinato y la temía. La protección asombrosa de Caín de la pena de muerte se debió al hecho de que a la familia se le prohibía un aspecto de la imposición de la ley, la pena de muerte, que apropiadamente le pertenece al estado.
En días de Caín la humanidad estaba formada por Adán y Eva y un número de hijos e hijas. «Una señal de garantía» le fue dada a Caín para que no lo ejecutaran sus padres, ni sus hermanos o hermanas. Muy obviamente, a la familia se le informó de esto, porque esta parte del Génesis (1: 1—5:1) es el historial de Adán. Más tarde, Caín edificó la primera ciudad, o sea, una comunidad amurallada, para protegerse. Caín no necesitaba protección de la casa de Adán; pero sí la requería de su propia progenie.
Tenemos la declaración de Lamec de su disposición para matar si se lesionaba su honor (Gn 4: 23-24); significativamente, Lamec simplemente incrementó la iniquidad que Caín había practicado; «Si siete veces será vengado Caín, Lamec en verdad setenta veces siete lo será» (Gn 4: 24).
La familia, así, fue creada como el orden-ley central, pero al mismo tiempo se la limitó estrictamente, en que no se le permitió la pena de muerte. La familia puede disciplinar, castigar, o expulsar a un miembro, pero no puede matarlo; en este punto, debe acudir al estado sencillamente como testigo de la transgresión.
No puede ser el verdugo. La familia tiene poderes reales; se puede desheredar a un hijo inicuo, se le puede castigar de una variedad de maneras. Pero el hecho básico de la ley bíblica es que el poder de matar no es un poder de la familia, porque la coacción no es el aspecto más fuerte de la ley de familia. La familia está unida por vínculos de amor; el esposo se une a su esposa, y los hijos obedecen a sus padres en amor y deber.
Básico a la ley de la familia, así, es el vínculo interno de sangre y fe. La Biblia habla de agradecimiento, y este se da por sentado, no se exige. Hemos visto previamente lo íntimamente asociada que estaba la autoridad paterna y la autoridad de Dios (Lv 19: 3). Esto se demuestra más en Isaías 45: 9, 10:
¡Ay del que pleitea con su Hacedor! ¡el tiesto con los tiestos de la tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: ¿Qué haces?; o tu obra: ¿No tiene manos?¡Ay del que dice al padre: ¿Por qué engendraste? y a la mujer: ¿Por qué diste a luz?!
El mismo pensamiento aparece en Isaías 10: 15. La idea de que alguien sea ingrato a Dios o a los padres se presenta como el epítome de lo que es nauseabundo y que disgusta. Los padres pueden ser cariñosos o no; en cualquier caso, el deber de gratitud persiste. En estos días la falta de gratitud de parte de los hijos que recibieron no solo la vida, sino provisiones muy generosas e incluso ricas de parte de los padres, y sin embargo manifiestan ingratitud bien sea a uno o ambos de sus padres, es especialmente repulsiva. Tales hijos pueden estar libres de otros defectos morales, pero, si el pasaje de Isaías 45:9, 10 tiene algún significado, son monstruos morales.
Este pasaje de Isaías arroja luz sobre la liberación de Caín de la pena de muerte.
La disciplina de la familia puede significar que se le desherede, puede significar denunciar a un hijo a las autoridades civiles. Pero la pena de muerte está reservada a Dios y al estado. Dar ese poder a la familia es destruir el lazo interior que une a la familia. La protección de Caín, así, no fue con referencia a Caín como persona sino a la vida de la familia y a su esfera de ley.
La única excepción a este principio de no participación de la familia en la pena de muerte de sus miembros aparece en Deuteronomio 13:6-9. Si un miembro de la familia trata de llevar a los miembros a la idolatría, su ejecución requería la participación de la familia. Tal persona ya no era un pariente; era un extraño y enemigo. La costumbre posterior vio el servicio de los muertos leído a los apóstatas en el círculo de la familia; el apóstata ya no era miembro de la familia sino un extranjero enemigo.
Dooyeweerd ha descrito la estructura psíquica de la familia como «el sentimiento de autoridad de parte de los padres, y por otro lado el sentimiento de respeto de parte de los hijos». La ausencia de autoridad o respeto resulta en una seria ruptura de la familia como orden-ley. La familia no es solo una entidad biológica sino también religiosa. Como tal, tiene lazos internos que son ordenados por Dios y gobernados religiosamente; el amor puede estar ausente, pero la autoridad religiosa y el respeto religioso deben subsistir. Su ausencia indica un mal radical.
Ningún hijo puede aducir que sus padres no merecen respeto; el amor es una respuesta personal, pero el respeto y honor son sus deberes ordenados por Dios, y no rendir respeto es, de este modo, un pecado contra Dios antes que contra el padre. Como resultado, en tanto que los padres y los hijos pueden y se deben separar de un miembro incorregible y reportarlo a las autoridades, no pueden ejecutarlo.
Dios prohíbe este acto a todos excepto al estado. De modo similar, un hijo o hija puede no gustar de un padre, y, con la madurez, separarse en cierto grado mientras que mantiene sus deberes ordenados por Dios, pero no puede negarle a ese padre el respeto y el honor sin incurrir en el castigo de Dios. De este modo, no solo que hay un límite más allá del cual un padre no puede ir al castigar a su hijo, o sea, la pena de muerte quedando prohibida, sino que también hay un límite más allá del cual el hijo no puede ir: el honor y el respeto debe darlos debido a la naturaleza de la relación ordenada por Dios, no debido a la persona del padre necesariamente. En donde falta el respeto, al hijo se le debe descartar, por lo menos por el momento, como indigno de atención.
Cualesquiera que sean sus cualidades, estos hijos están en guerra en este punto contra Dios, puesto que el honor, respeto y reverencia son requisitos de Dios mucho antes de que sus padres siquiera los esperen.

Si Dios no hubiera prohibido a la familia que matara a sus miembros culpables, incluso al precio de que Dios permitiera a Caín salir libre, el precio hubiera sido aterrador. Por un lado, el desarrollo del estado como ministro de justicia de Dios hubiera sido imposible. El ámbito del estado hubiera quedado vaciado de antemano por la familia. Por otro lado, la familia misma hubiera quedado destruida por esta nueva carga. El mundo habría sido un orden anarquista, familia dispuesta contra familia, y la familia dispuesta contra sí misma. Así, no fue a Caín a quien Dios protegió, sino, en realidad, el mismo orden-ley de Dios.