7. INCESTO

INTRODUCCIÓN

La ley bíblica prohíbe el incesto (Lv 18: 7-17; 20: 11, 12, 14, 17, 20, 21; Dt 22: 30; 27: 20, 22, 23) y exige la pena de muerte por esta transgresión en la mayoría de casos.
Las leyes del incesto se pueden resumir brevemente. Se prohíben las relaciones sexuales o matrimonio con una madre, padre, madrastra, hermana o hermano, hermanastra o hermanastro, y nieta, con una nuera (o yerno), con una tía (o tío), con la cuñada, y con la madre y su hija. El castigo es la muerte excepto para el matrimonio con la esposa de un tío, con una tía de sangre, o con la cuñada, en donde el castigo era llevar su iniquidad y morir sin hijos (Lv 20: 19-21).
Es importante entender el significado de «sin hijos» aquí. Claramente no quiere decir que no nacerían hijos, porque entonces y ahora los matrimonios o relaciones sexuales incestuosos han resultado en hijos. El Talmud revela que un niño nacido del incesto o del adulterio tenía prohibido el matrimonio regular dentro de la comunidad. Tal pareja era sin hijos en el sentido de que no tenían heredero legal en su progenie.
La cuestión que viene a la mente moderna al leer la ley bíblica en este punto es sencillamente ésta: ¿por qué fue necesario prohibir tales uniones nada atractivas?
Un profesor universitario ridiculizaba regularmente la ley que él decía que veía inscrita en una catedral de Inglaterra: «No te casarás con tu abuela». ¿Quién, exigía, iba a querer casarse con su abuela? Su ignorancia de la historia fue notable.
Más matrimonios se han contraído en la historia probablemente teniendo en mente más las propiedades que el sexo. El apoderarse de propiedades mediante matrimonios forzosos, y la prevención de la enajenación o dispersión de los fondos de la familia y propiedades mediante matrimonios dentro de una familia, es cuento viejo. La declinación de las familias reales y nobles europeas, así como también un debilitamiento de la fuerza de la aristocracia judía en los Estados Unidos de América, es un desarrollo que va paralelo con la endogamia extendida.
El propósito de la poliandria en el Tíbet era mantener intacta la herencia y la tierra. En lugar de heredar fracciones de la tierra, todos los hermanos tenían una esposa común y retenían la tierra intacta al conformar el matrimonio a un ideal de una sociedad estabilizada y la transmisión ininterrumpida de la tierra.
Las leyes del incesto fueron dadas por medio de Moisés. Antes de ese tiempo, claramente el incesto no se consideraba errado. El propio padre de Moisés, Amram, se casó con una tía joven, hermana de su padre, Jocabed (Éx 6: 20). La práctica del incesto continuó en muchas regiones en una fecha muy posterior.
Así, en Asiria existía un problema debido a la práctica continuada. Un hijo, «después de la muerte del padre descansa en los brazos de su madre o madrastra», en tanto que el padre «tenía que conformarse con hijas e hijastras». La práctica asiria representaba sexualidad pervertida; la de Amram y otros era una inocencia pre legislativa en cuanto a hacer mal.
En Egipto, los matrimonios entre hermano y hermana de sangre era la regla entre los faraones, e incluso en el segundo siglo d.C. tales matrimonios eran la mayoría de las uniones en algunos distritos de Egipto. La prevalencia y aceptación de tales matrimonios en Egipto hizo de la ley mosaica mucho más radical como ruptura con su pasado egipcio.
Obviamente, los hijos de Adán se casaron entre sí; claramente, también los matrimonios con parientes ocurrieron en la historia subsiguiente. La Biblia dice que Abraham se casó con Sara, posiblemente su media hermana (Gn 20: 12); se supone que los dos tenían un padre común. El otro caso, Amram, ya se ha citado.
Los registros indican la endogamia cercana en tiempos antiguos sin algún o ningún daño genético serio, en tanto que hoy el daño genético es grande. La herencia genética del hombre era en ese tiempo suficientemente amplia como para tener la posibilidad de una hebra genética demasiado estrecha en parientes cercanos improbable.

LAS POTENCIALIDADES GENÉTICAS DE ADÁN Y EVA EN EL EDÉN ERAN TOTALMENTE BUENAS.

Después de la caída, que afectó al hombre, los defectos estaban sin duda presentes y eran recesivos, saliendo al frente solo con la endogamia progresiva. Arthur C. Custance ha llamado la atención a la situación presente respecto a la endogamia:
Desde un punto de vista matemático, la situación se podría decir de esta manera: que el apareamiento entre primos hermanos (como en el caso de Darwin, por ejemplo, o el caso de su hermana Carolina) resulta en descendencia que tiene genes idénticos en una proporción de 1 a 7. Muchos de estos genes serán mutantes recesivos y por consiguiente en detrimento para el que los posee cuando se heredan en homocigosis. El apareamiento de tía a sobrina o de sobrino a tía eleva esta proporción a 1 a 3. El apareamiento entre hermanos y hermanas eleva esta proporción, a menudo desastrosamente, de 1 a 1.
Este peligro no existía en tiempos primitivos. Génesis está escrito con una consciencia, por ejemplo, de que el asesinato es un pecado, y el adulterio, robo y falso testimonio también, pero sin que haya alguna conciencia de hacer mal o peligro existiendo en el matrimonio dentro de los grados prohibidos. En ese tiempo no existía peligro. El incesto es una transgresión biológica, pero no menos temible, y la pena de muerte es la ordenanza de Dios. Un estudio de «Risks to Offspring of Incest» [«Riesgos de la descendencia del incesto»], en The Lancet (Londres), 25 febrero 1967 (p. 436), es aleccionador respecto al peligro genético:
A los profesionales de la medicina a veces se les pregunta en cuanto a lo aconsejable de la adopción de un hijo que nace como resultado del incesto. Tales niños tendrán un mayor riesgo de ser afectados por condiciones recesivas. A fin de obtener un cálculo de la extensión del riesgo, en 1958 invité a funcionarios infantiles a que me hicieran saber en perspectiva los embarazos o nuevos nacimientos en los cuales se sabía que eran resultado del incesto entre parientes en primer grado de consanguinidad.
A estos niños se les siguió en perspectiva y de manera anónima mediante los funcionarios infantiles. Yo sabía de los niños solo por número, y toda la correspondencia se refería solo al número del niño. Se me informó de trece casos de incesto (seis de padre a hija, y siete de hermano a hermana) en 1958 y 1959, y la última información de ellos fue a mediados de 1965 cuando los niños tenían ya entre 4 y 6 años. Resumo aquí la información de estos 13 niños.
Tres niños están muertos: uno a los 15 meses de fibrosis quística del páncreas, confirmada en la necropsia; uno a los dos meses y medio debido a degeneración cerebral progresiva con ceguera; y uno a los 7 años y 11 meses por tetralogía de Fallot (este niño tenía un CI de 70). Una niña es severamente subnormal, con muchos hitos retardados, y se le consideró no apta para examen a los cuatro años y nueve meses, cuando tenía un vocabulario de solo unas pocas palabras. Cuatro niños son educativamente subnormales; el CI conocido de tres de ellos es 59, 75 y 76. Los niños restantes son normales.
El riesgo de que los padres trasmitan un gene recesivo será cuatro veces mayor en casos de incesto entre parientes de primer grado de consanguinidad que lo que sería entre primos hermanos.
Custance deriva algunas inferencias muy importantes de esta y otra información.
El incesto hoy es un detrimento genético muy claro en un gran porcentaje de casos. Con cada generación, el número de genes dañados aumenta en lugar de reducirse. Esto significa que la larga historia del hombre propuesta por los evolucionistas es imposible, en que la deterioración genética habría entonces ido demasiado lejos.
El registro bíblico muestra en realidad solo 77 generaciones de Adán a Cristo, y si añadimos a esto los 2000 años desde entonces, tenemos algo así como de 100 a 120 generaciones que cubren toda la historia humana. Puesto que la acumulación de genes defectuosos es solo significativa en términos de su efecto en la base de generaciones sucesivas, no es del todo improbable que los primeros seres humanos (es decir, Adán y Eva) fueran en realidad perfectos, y que el daño que empezó a hacerse después de la caída se ha acumulado hasta que llegamos a la situación presente en la cual hay todavía algunas posibilidades de apareamiento exitoso entre hermano y hermana, aunque las probabilidades están en contra.
Al ritmo en que estas mutaciones ocurren en cada generación, según la teoría genética actual, uno no podría esperar hallar ningún segmento sin daño de la cepa de genes heredada del individuo si la raza humana se hubiera estado multiplicando por miles y miles de generaciones.
Estaríamos todos tan dañados a estas alturas que ya ningún matrimonio entre hermano y hermana podría posiblemente tener algún éxito.
Por otro lado, tomando el relato bíblico tal como es, los hijos de Adán y Eva (Gn 5:4), de los cuales Caín fue uno y su esposa otro, no tenían que haber sido transmisores de más que una mera muestra de la cepa genética dañada y tal matrimonio no hubiera puesto en peligro la descendencia.
Hay, de manera sorprendente, evidencia directa en las Escrituras de que esta interpretación de los eventos es estrictamente cierta, porque en primer lugar se nos presenta una lista de los descendientes inmediatos por unas diez generaciones de Adán a Noé que disfrutaron lo que se debe describir cómo viabilidad magnífica. Considérese por un momento lo que estaba sucediendo durante ese período de tiempo. Antes del diluvio, el hombre bien puede haber estado protegido por lo menos contra una fuente de peligro a los genes, la radiación cósmica, mediante la existencia de algún tipo de barrera en la atmósfera superior. Hay muchos que piensan que esta barrera desapareció en el tiempo del diluvio y pudiera haber estado muy bien relacionada a ese suceso.
La población antes del diluvio (tanto hombres como animales, nótese) puede por consiguiente haber sufrido poco daño a sus genes en cada generación sucesiva mientras existían estas condiciones medioambientales.
Claramente la historia ha presenciado deterioración genética. Sin embargo, la progenie selectiva en los países cristianos ha llevado hasta cierto grado a una eliminación progresiva de muchas personas defectuosas. Entre los armenios, los matrimonios arreglados prevalecían en Armenia hasta la Primera Guerra Mundial, y una exigencia rutinaria de los padres, antes de continuar cualquier otra negociación, era un historial genéticamente limpio de la familia por siete generaciones. Como resultado, muchos defectos genéticos se eliminaron y eran desconocidos entre los armenios. En todo país cristiano, alguna forma de estándar ha prevalecido.
Podemos dar por sentado, todavía más, que, así como Dios introdujo los problemas genéticos con la caída del hombre, con la redención progresiva de la humanidad se establecerán nuevas condiciones de vida. El evolucionista, sin embargo, puede esperar solo deterioración progresiva, y, por temor a esto, tratar de imponer controles totalitarios rígidos sobre el hombre.
Estos controles son necesarios según el hombre humanista, y sin embargo imposibles para él. Quiere la mejoría del hombre, pero es por naturaleza transgresor de la ley. Por eso, deliberadamente trata de transgredir las mismas leyes de que depende su supervivencia.
Se ha llamado la atención a la sensualidad perversa de los asirios. El incesto ha existido entre los pervertidos en toda generación, pero en algunas épocas ha llegado a ser cuestión de principio transgredir la ley. Con el Renacimiento y su ideología humanista revivida, llegó a ser meta común de los inmorales en una forma elegante.
Pierre de Bourdeilles Brantome (c. 1530-1614) era un capaz y lúcido reportero de Francia en esa era. Como Georg Harsdorfer observó: «El cortesano Brantome ve a toda la historia desde la perspectiva de ingenio de tocador»6. El tratamiento descuidado de Brantome y fácil justificación del incesto es digno de notarse:
He oído de igual manera hablar de un gran señor de una tierra extranjera, que tenía una hija que era una de las mujeres más hermosas del mundo; y que al ser solicitada en matrimonio por otro gran señor que era bien digno de ella su padre se la concedió. Pero incluso antes de que pudiera dejar que se fuera a la casa, estaba dispuesto de buen grado a probarla por sí mismo, declarando que no dejaría ir tan fácilmente a tan hermosa montura a la cual él no hubiera entrenado con toda prolijidad, sin haber él mismo montado primero en ella, y hallado cómo lo haría ella en el futuro.
No sé si esto es cierto, pero he oído decir que lo es, y que no solamente él hizo el ensayo, sino como si fuera poco también otro caballero atractivo y galante. Y sin embargo el esposo no halló después nada amargo, sino todo dulce como azúcar. Él habría sido muy difícil de agradar si la hubiera tenido de otra manera, porque ella era una de las damas más preciosas del mundo.
He oído cuentos similares contados de muchos otros padres, y en especial de un noble muy grande, con respecto a sus hijas. Porque aquí dicen haber mostrado no más conciencia que el gallo en la fábula de Esopo.
Te dejo para que te imagines lo que algunas damiselas pueden hacer con sus amantes porque nunca ha habido una damisela que no haya tenido o que de buen grado no tenga un amante y algunas han hecho cosas parecidas con hermanos, primos y familiares.
En nuestros propios días Ferdinando, rey de Nápoles, conoció así en matrimonio a su propia tía, hija del rey de Castilla, a los 13 ó 14 años, pero esto fue por dispensación del Papa. Las dificultades se levantaron en ese entonces en cuanto a si esto se podía o se debería hacer. En esto siguió el ejemplo de Calígula, el emperador romano, que en verdad tuvo sus orgías y relaciones sexuales con cada una de sus hermanas, una después de la otra.
Y por encima y más allá de todo el resto, en efecto amó grandemente a la más joven, llamada Drusila, a quien cuando era solo un muchacho había desflorado. Y más tarde, estando entonces ella casada con un tal Lucio Casio Longino, hombre de rango consular, se la quitó a su esposo, y vivía con ella abiertamente, como si hubiera sido su esposa; tan así fue que habiéndose enfermado en una ocasión, la hizo heredera de todas sus propiedades, incluyendo el mismo imperio. Pero resultó que ella murió, lo que lo afligió tanto que hizo una proclamación de cerrar todas las cortes y que cesaran todos los demás negocios, a fin de obligar al pueblo a hacer duelo público junto a él.
Y por largo tiempo llevó su cabello largo y la barba sin arreglarse por ella; y cuando estaba arengando al Senado, al pueblo o a sus soldados, nunca juró sino por el nombre de Drusila.
En cuanto a sus otras hermanas, cuando se hubo cansado de ellas, las prostituyó y las entregó a sus pajes principales que había criado y conocido de la manera más perversa. Incluso así él no les había hecho ningún mal espantoso, puesto que ellas estaban acostumbradas a ello, y que era un daño placentero, como he oído que lo llamaban algunas damiselas al ser desfloradas y algunas mujeres que habían sido violadas. Pero sobre todo y encima de esto, puso sobre ellas mil indignidades; las envió al exilio, les quitó todos los anillos y joyas para convertirlos en dinero, habiendo desperdiciado y despilfarrado todas las vastas sumas que Tiberio le había dejado.
No obstante lo que les hizo a las pobres muchachas, habiendo después de su muerte vuelto del destierro, y viendo el cuerpo de su hermano estropeado y muy cruelmente enterrado bajo unos cuantos terrones de tierra, lo hicieron desenterrar e incinerar y enterrar debidamente lo más honrosamente que pudieron. ¡Con certeza obra buena y noble de parte de las hermanas a un hermano tan desprovisto de gracia e innatural!
El italiano, a manera de disculpar el amor ilícito de su compatriota dice que. «cuando messer Barnardo, el buey joven, se levanta en furia y en pasión, no recibe leyes ni perdona señora».
Con el surgimiento del Romanticismo, también se revivió un interés en el incesto.
El poeta Shelley buscó en la historia del Renacimiento el relato de una familia degenerada, la muy acomodada familia romana de Francesco Cenci. Cenci cometió incesto con su hija Beatriz (1577-1599), quien, con su madrastra y su hermano Giacomo, lo hicieron asesinar por sicarios que atravesaron un clavo en el cerebro de Cenci, el 9 de septiembre de 1598.
Beatriz distaba mucho de ser hermosa y era ducho menos moral; dio a luz antes de su juicio a un hijo ilegítimo. Shelley, sin embargo, la hizo pura y hermosa, y convirtió el relato en parte de un ataque contra el papado. Su propósito en Los Cenci lo dijo en el prefacio: «El propósito moral más alto a que se apunta en la especie más alta del drama, es enseñar al corazón humano, mediante sus simpatías y antipatías, el conocimiento de sí mismo. En proporción a la posesión de ese conocimiento, todo ser humano es sabio, justo, sincero, tolerante y bondadoso».
Mario Praz ha llamado la atención al interés de los románticos por lo perverso. Lo que para los románticos era tema de interés literario se ha convertido para los humanistas existencialistas y relativistas del siglo XX en cuestión de exploración y práctica, en un aspecto de libertad sexual9. Ahora lo defiende un sociólogo británico. Un médico ha escrito sobre «lo normal del incesto» y de los supuestos problemas que resultan al «suprimir deseos incestuosos». Tales obras están produciendo fortunas a los que publican pornografía.
Para volver a las observaciones de Blake, sus comentarios sobre el aborto son reveladores:
Muchos médicos respetados están seriamente buscando leyes de aborto legalizado debido a problemas completamente legítimos que enfrentan algunas de sus pacientes. Pero los que promueven el amor libre también son los paladines de nueva legislación en este respecto simplemente debido a que los embarazos no deseados son el resultado inevitable de su conducta irresponsable.
A las hijas a veces las dejan encinta sus propios hermanos o padres. Hay niñas de 9 a 15 años que quedan embarazadas en esos ambientes, y los promotores «intelectuales» de esta forma de vida no ofrecen ninguna solución práctica excepto el aborto rápido, realizado de manera barata y competente.
Los promotores del amor libre empiezan ofreciendo «vida» a sus seguidores y acaban exigiendo muerte, asesinato legalizado, en la forma del aborto, como liberación y escape a las consecuencias de sus acciones. Esto no sorprende. La muerte en cualquier sistema de vida y ley es un hecho ineludible. La pregunta es, ¿muerte para quién? El de ideología humanista exige la muerte para el orden-ley de Dios, muerte para los niños nonatos, y muerte para la virtud y la bondad, en tanto que la ley de Dios requiere la muerte en última instancia para el mal y para la rebelión contra el orden-ley de Dios. En la ley bíblica muere el culpable, no el inocente. La paga del incesto es la muerte.
Una nota final: el tema de la endogamia ha traído más que poca atención en años recientes. La evidencia de sus peligros son muchos. La declinación de las monarquías europeas se debió en parte a la declinación de las familias reales debido a la endogamia excesiva. Los serios defectos mentales y físicos que aparecen en las familias reales que en su origen fueron notables por su vigor físico y capacidades mentales son bien conocidos.
Los matrimonios se contraían en varias monarquías, no en términos de cualidades inherentes, sino en términos de «sangre real» y alianzas políticas ventajosas, así que las consideraciones genéticas se sacrificaban por fines políticos.

La consciencia de la necesidad de mejorar la cepa humana ha llevado a algunos a promover la exogamia masiva como medio de progreso genético. Como resultado, se ha sugerido el matrimonio interracial, más a menudo en forma oral que por escrito. Pero nueva hebras no pueden añadir nada a una línea sanguínea excepto la que ya tenemos. Exogamia con una cepa inferior puede solo añadir más problemas a los ya existentes.