INTRODUCCIÓN
Una vez que reconocemos que toda
la creación de Dios tiene una estructura-ley, podemos empezar a entender la
trama de la ley detrás de muchas declaraciones de las Escrituras que no tienen
que ver directamente con la ley. Un ejemplo de esto son los mandamientos de San
Pedro respecto a la relación entre esposo y esposa (1ª P 3:17).
Estas palabras presuponen en todo
punto las leyes bíblicas respecto al matrimonio; también declaran la naturaleza
de la autoridad en el hogar; hablan también de la vida como «gracia» de Dios, y
de que si las hombres y las mujeres viven en fe y obediencia a Dios, son
«coherederas de la gracia de la vida».
San Pedro también da perspectiva
al significado del matrimonio; contrario a la opinión popular, no hay
condenación de estilos encantadores de peinados, ni de adornos de oro, ni de
ropa hermosa. Lo que se deja en claro es que estas cosas son secundarias, en el
mejor de los casos, y que el mejor «adorno» es «un espíritu afable y apacible,
que es de grande estima delante de Dios». Incluso más, se requiere la fidelidad
del esposo y la esposa a los mandamientos de Dios «para que vuestras oraciones
no tengan estorbo» (1ª P 3:7).
El matrimonio, en breve, como
todo lo demás, debe ser un asunto centrado en Dios. Estar centrado en Dios no
quiere decir que esposo y esposa tengan que pasar su tiempo en reuniones de
oración o en actividades de la iglesia; quiere decir más bien que cumplen sus obligaciones
de uno al otro tal como Dios lo especifica en su palabra.
Todo aspecto de la vida debe de
manera similar estar centrado en Dios, porque ordenar la vida en otro término
aparte de la palabra-ley de Dios es negarle.
La gran transgresión de la era
moderna ha sido su reordenamiento humanista de la vida. Por cierto que la
ideología humanista prevalecía en eras anteriores, pero nunca de manera tan
radical y extensa al mismo tiempo. La descripción de Wolf de Luis XIV y su
construcción de Versalles ponen el asunto en enfoque agudo:
No podemos dejar Versalles sin
reiterar que tenía un propósito más allá que ser la residencia del rey y su
gobierno. Este gran palacio fue una piedra angular en el nuevo culto a la
realeza. En las eras precedentes, las grandes construcciones por lo general
fueron para la gloria de Dios; incluso Felipe II, cuando construyó su gran
palacio, lo hizo un monasterio con la capilla como el centro de interés. En
Versalles el dormitorio del rey es el centro, identificando así al rey como el
poder más alto de la tierra, mientras que la capilla está a un lado.
La imponente grandiosidad del
palacio era evidencia de la riqueza del reino, y su construcción sin muros y
fosos era prueba del poder del gobierno del rey.
Versalles fue un desafío, un reto
lanzado a toda Europa; tan impresionante como exhibición de la riqueza, poder y
autoridad del rey francés como lo eran sus ejércitos y barcos de guerra. Europa
no se perdió esto. El siglo después de la construcción de Versalles, palacios
en Viena, en Potsdam, en Dresden, en Múnich, en San Petersburgo, y los mismos
planos de la ciudad de Washington, D. C., reflejaron la influencia de la
grandiosidad de Versalles.
Luis XIV era un hombre devoto, y
su creencia de que Dios estaba castigándolo por su orgullo y pecados oscureció
sus años posteriores. Al mismo tiempo, la ideología esencial humanista de su
régimen persistió todo el tiempo. El dormitorio antes que la capilla, el amor
romántico y sensual antes que Dios, progresiva mente dominaron la mentalidad de
los hombres. La vida ahora tenía una nueva arquitectura, la arquitectura de la
ideología humanista. Mucho antes, Boccaccio había enunciado una premisa básica
de la nueva estructura: «No tenemos nada en este mundo sino lo que podemos
disfrutar».
Con Hegel y Darwin, la
arquitectura de la ideología humanista tomó una dimensión más firme. Ahora
tenía un cimiento ostensible en la ciencia, en la evolución.
Esto quería decir una nueva
doctrina del hombre, la sociedad y el estado, una conversión descendente de
todo aspecto de la vida. Un profesor de Princeton, mucho más conservador que la
mayoría, estableció algunas conclusiones lógicas respecto a la política que
parte de la doctrina de la evolución:
PROPOSICIÓN:
EL HOMBRE ES PRODUCTO DE LA EVOLUCIÓN SOCIAL.
Los corolarios de esta
proposición afectan a todo el grupo de ciencias que tienen que ver con la
antropología en el mayor sentido de la palabra. Pueden exhibirse en varios
aspectos como sigue:
BIOLÓGICO
El estado es el marco permanente
y universal de la existencia humana. El hombre no puede escaparse del estado
más que un pájaro puede escaparse del aire.
La Comuna Indivisa es la forma
primordial del estado, y esto antecede a la diferenciación del hombre de la
cepa animal antecedente.
El individuo es una entidad
distinta en la unidad de vida del estado. El individuo no es un original sino
un derivado.
POLÍTICO
El hombre no hizo al estado; el
estado hizo al hombre. El hombre nace como ser político. Su naturaleza la formó
el gobierno, requiere gobierno y busca gobierno.
El estado es absoluto e
incondicionado en su relación a su unidad de vida. El gobierno está
condicionado por dependencia de sus funciones en la estructura y de aquí que
está sujeto a limitaciones inherentes. No hay ninguna forma absoluta de
gobierno, pero toda especie del estado tiende a producir un tipo apropiado a
sus características en su medio ambiente en particular.
Los cambios profundos del medio
ambiente producen cambios profundos en el gobierno. Las especies de estado
incapaces de efectuar reajustes de estructura para atender nuevas condiciones
tienden a desaparecer, así que de edad en edad hay una sucesión de especies de
estado análoga a lo que tiene lugar en las especies biológicas.
LA SOBERANÍA ES LA SUPREMACÍA DEL
ESTADO SOBRE TODAS SUS PARTES.
ÉTICO
Los derechos no son innatos sino
derivados. Existen en el estado pero no aparte del estado. De aquí que los
derechos están correlacionados con los deberes.
El objeto del estado es el
perfeccionamiento del hombre, pero la consecución de ese objeto depende del
perfeccionamiento del estado. La prueba de valor en cualquier institución es
primordialmente no la ventaja del individuo sino la ventaja de la sociedad. La
vida individual se agranda por la participación en la vida mayor; asciende por
incorporación a una vida más alta.
La tesis de Ford es sólida; si la
evolución es cierta, sus deducciones son lógicas.
Los revolucionarios así como
también los estudiantes rebeldes han derivado la conclusión lógica de la
doctrina, tal como Ford. La evolución lógicamente requiere revolución perpetua
debido a un medio ambiente en cambio continuo. Si la evolución es cierta, la
revolución continua es ineludible.
La arquitectura de la vida se
altera radicalmente; el hombre entonces debe conformarse a una fuerza que surge
desde abajo, al poder renovador del caos. Si aceptamos las Escrituras, la arquitectura
de la vida está estructurada con el acero duradero de la ley de Dios y debe
crecer en términos de esa palabra-ley.
No es sorpresa que una filosofía
que empieza con la evolución continúa al proclamar la teología de la muerte de
Dios, y ahora, finalmente, una filosofía de la muerte del hombre. Tal fe la
proclama Michel Foucault.
Para volver al enunciado de San
Pedro, si la arquitectura de la vida se vuelve humanista, si un hombre y una
mujer se mueven en términos de consideraciones esencialmente humanistas,
entonces sus oraciones enfrentan
estorbos. Pueden ser tan devotos como Luis XIV, e incluso pueden orar
intensa y fervorosamente, pero la esencia de la estructura de su vida está
fuera de equilibrio.
No es que cierto interés por las
cosas materiales cotidianas sea malo, puesto que enfáticamente no lo es. La cuestión
es de estructura: ¿está la arquitectura, diseño o patrón básico de nuestra vida
en conformidad a la palabra-ley de Dios? Si buscamos «primeramente el reino de
Dios y su justicia», entonces «todas estas cosas [n]os serán añadidas» (Mt 6: 33).
Pero si negamos a Dios y su
palabra-ley, nuestra palabra se
vuelve ley para nosotros, y vamos a parar a la locura y la muerte. No en balde,
Foucault, que ha proclamado la muerte del hombre, empezó un trabajo anterior
con estas palabras:
«Debemos abandonar a la
conveniencia de verdades terminales». No hay, entonces, nada que ate al hombre al hombre, ni nada que ate al hombre a la vida.
Foucault es lógico: sin la
estructura de la verdad de Dios, el hombre no puede vivir, y la única
conclusión que le queda al hombre es el suicidio.
San Pedro presentó un cuadro de
la vida: la obediencia a Dios, y la obediencia a todas las debidas autoridades
bajo Dios, quiere decir que la vida florece y abunda; nuestras oraciones no
sufren estorbo, y disfrutamos de la vida como verdadero don de Dios para
nosotros. A diferencia de la humanista, esta es una orientación centrada en Dios.
Estar centrado en Dios quiere decir que buscamos primero el reino de Dios, y su justicia (Mt 6: 33).
Hoy, sin embargo, la ideología
humanista disfrazada de cristianismo es demasiado prevaleciente. Tiene lugar
dondequiera que una institución o aspecto de la vida se vuelva un fin en sí
mismo. Al identificar a la iglesia con el reino de Dios, demasiados teólogos
han reducido las dimensiones de la vida y el reino de Dios a un solo aspecto.
Los premilenarios y amilenarios protestantes, por su desesperanza de este mundo
y su entrega del mismo al mal, no solo son implícitamente maniqueos, sino que
en la práctica están reduciendo el reino a la iglesia, y entonces la única área
de actividad legítima se vuelve la iglesia.
La arquitectura de la vida
entonces deja de ser completa; se le reduce al tamaño de la iglesia. Ni la
iglesia, ni el estado, ni la escuela o vocación, ni ninguna otra esfera de la
vida puede identificarse con el reino, ni negársele su lugar en el reino. La ideología
humanista disfrazada de cristianismo sigue siendo ideología humanista.
San Pedro no condenó, como anotamos, los adornos de oro y plata, ni los
peinados, ni la ropa bonita. Solo pidió que estas cosas se pusieran en su lugar
apropiado, no como fines de la vida sino como aspectos encantadores pero
menores que ella. De manera similar, ni la obediencia de la esposa ni la
autoridad del esposo es el fin del matrimonio.
Estas cosas son medios para el
fin verdadero y principal: servir a Dios, y magnificarle y disfrutar de Él para
siempre. El hombre no puede proveer la estructura de la vida; solo la ley de
Dios basta como estructura y arquitectura de la vida.